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Por Esteban Quito.
A través de siete
capítulos articulares veremos en este librillo, qué es la panarquía, para qué
sirve y quién fue su creador, así como sus principales impulsores.
Todo comenzó con el
botánico y economista belga Paul de Puydt, pero poseyó sus predecesores
libertarios, y tuvo luego sus sucesores ideológicos, que sostuvieron,
difundieron y mejoraron la idea de la panarquía, una forma de gobierno para
todo el mundo, para toda la Tierra Cero, y posiblemente para todo el Cosmos, ya
que la panarquía es precisamente la forma de gobierno en que reúne todas las
formas de gobierno, de desgobierno y de no-gobierno existentes y posibles, en
un único concepto que en realidad abarca a todos y no excluye absolutamente a
nadie, y sin definitivamente ninguna coacción; y plantea como único principio
universal—esto es, para ser cumplido por todos los hombres—el llamado
“principio de no-agresión”; es decir, no agredir, no a la violencia: no hacerle
a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros mismos, la regla
de oro, la propiedad de uno mismo y el derecho a decidir, es decir, la propia
soberanía individual, la libertad verdadera; recordar pues, que el derecho de
uno mismo, termina cuando comienzan los de los demás, considerando al otro, de
la misma forma en que uno se considera a sí mismo.
Así pues, tenemos que la
panarquía parte del individualismo, el anarquismo y económicamente, del
capitalismo, pero luego, abarca también a los colectivistas, totalitarios y
socialistas, puesto que las personas por libre voluntad pueden decidir a qué
grupo quieren seguir, si es que desean seguir a algún grupo. En la sociedad
panárquica, todo puede llegar a ser legalmente permitido, siempre y cuando se
cumpla la única regla o máxima ley: “no agredir” o “no ejercer violencia”, que
traducido en términos cristianos es el Máximo Mandamiento de Dios: “Ama a
Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Esto, que es un
principio cristiano, en realidad, lo es también de todas las demás religiones
que buscan el bien de todos, incluso de paganos, que bien pueden sustituir
“Dios” por “dioses”, o asimismo también de los irreligiosos, que bien pueden
sustituir “Dios” por “el bien”; y luego viene la segunda parte de la premisa,
que no es ni más ni menos que la mencionada regla de oro: “ama al prójimo como
a ti mismo”, aún en que no estés de acuerdo con él.
Entonces, si tú por
ejemplo eres comunista y tu vecino es un fascista, no importa, “ámalo” igual,
aunque lo “odies” ideológicamente. Ámalo en el sentido de lo que es como
persona, en este caso, tu vecino; y con “amar” nos referimos explícitamente a
“no agredir” y a no ejercer la violencia con el vecino, sólo porque no estás de
acuerdo con sus creencias. La política es lo mismo que la religión: porque uno
sea cristiano y el vecino musulmán, eso no significa que tengamos que salir a
cortar cabezas de lo que no son de nuestra religión. Con la política debería
suceder lo mismo. Es absurdo pelearnos y matarnos entre nosotros, todos seres
humanos, por ideas políticas. Así entonces, la panarquía ideada por el gran
Puydt se nos presenta como la verdadera tolerancia entre todas las ideologías
políticas, con sus respectivas formas de gobierno o de no-gobierno. Todas las
formas son igualmente válidas: desde la monarquía más autoritaria, pasando por
el comunismo, el fascismo, las diversas formas de república y democracias
moderadas, hasta las formas más libertarias y anárquicas. Al final, cada
persona entenderá que el Dios en que ellos creen, los va a juzgar; y todos
sabemos que el juicio es individual, no colectivo, ¿entonces de qué nos sirve
pretender imponer nuestras ideas a los demás? Vive y deja vivir, haz y deja
hacer, ese es el lema del pensamiento libertario.
Pero más allá de las muy
buenas ideas de Puydt, el artículo de Manny Edwards, por ejemplo, es muy bueno
para el punto de vista de los conservadores que deben ser libertarios, no
estatistas o socialistas; en otras palabras, lo bueno no es nunca el
nacional-socialismo, sino el nacional-capitalismo, para el caso de nosotros los
conservadores, que suscribimos también al panarquismo, como todo el mundo
debería suscribirlo, porque la panarquía no excluye a nadie, aunque tampoco es
colectivista; por el contrario, es individualista, exceptuándose quizás, para
aquellos que de forma voluntaria, explícitamente deseen suscribirse a una
asociación política de índole colectivista o socialista.
Una asociación política o
también llamada congregación política, es una agrupación voluntaria de personas
que se afilian, con intereses comunes; y a estas organizaciones se les puede
llamar también micronaciones, si se las ve, desde el punto de vista
nacionalista. Para aquellos que no son nacionalistas, las pueden llamar
simplemente asociaciones políticas o con otro nombre, pero son básicamente con
la misma esencia jurídica. Nosotros aquí desde CELTIC, tenemos nuestra propia
micronación, que es una asociación política de ciudadanos voluntarios, que
tenemos nuestras ideas propias, que son conservadoras y capitalistas.
Por eso recordemos que nosotros
los célticos somos conservadores, pero libertarios, no estatistas;
precisamente, porque defendemos la economía de mercado libre.
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